jueves, 30 de mayo de 2013

Mareo

Pasó cuarenta y cinco minutos acostada en la bañadera, con el duchador apoyado sobre su pecho. El agua caliente le relaja el cuerpo y le permite pensar con más libertad. La hora del baño es una de las pocas que pasa sola del día. Es su hora más egoísta. Sólo piensa en ella, o en su defecto, en nada. Ella y su día. La música que le gusta. Ella y el mundo. Nada. Ella y los que la rodean. Los que no. Lo que evita pensar durante el día. Ella y lo que quiere hacer. Mente en blanco. Ella y su vida.

Recordó la última vez que no lo había hecho sola. Le avergonzaba admitir que, aunque le gusta bastante ducharse con otra persona, siente un poco de vergüenza cuando lo hace, pero se lo deslizó igual. No le preocupaba demasiado su opinión, y estadísticamente, era muy difícil que volviera a cruzárselo. Que te da cosa que te vea duchándote? Te olvidaste de todo lo que acabamos de hacer? El argumento tenía sustento. Vos no entendés. Desde que tengo uso de razón, siempre que tuve sexo, fue con otra persona. Pero durante años y años, siempre que me bañé, fue sola. Por eso, me da cosa que me veas ducharme.

La invadieron ganas casi incontenibles de tomar café. Qué placer tomar un café en la ducha. Sonrió extasiada. Quiero salir y tomarme un café. Cortado, pero cortado un poquito. La vida es muy corta para tomar café barato, le gusta esa frase. Cerró los ojos, para escuchar mejor. El tap tap en la ducha. Se imaginó en Londres. Soñar es gratis, pensó primero, y qué frase tan cliché, después. Se vio como en tercera persona, mirando hacia afuera, desde un ventanal, hacia el Támesis. Qué feo pasar una lluvia sola, reflexionó, y no nadando entre sábanas, abrazada entre piernas. Esas son las mejores lluvias.

Siguió recostada un momento más, sin abrir los ojos. Se dedicó a pensar en todo lo que pateó durante el día, todos los temas que aplazó, como si los hubiera metido en una carpeta para cuando tuviese más tiempo. Respiró profundo.

Cuando al fin se incorporó, lo hizo algo mareada, como si todo le diera vueltas, y recordó el accidente, sólo unos meses atrás, cuando volcaron y realmente todo dio vueltas, mientras la camioneta giraba sin control sobre el ripio. Esto no se parece a cuando todo da vueltas. Esto es sólo un mareo. Cerró el grifo, se escurrió el pelo, y hundió su sonrisa en la superficie mullida de la toalla.


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